Noveno de los “Relatos del Exilio de una víctima marica”. La
transición entre Colombia y España.
16 y 17 de enero de 2007.
Tan solo he podido dormir algo menos de una hora. He tratado
de no hacer ruido para no despertar a Ricardo. Las maletas ya están listas en
la puerta y yo hago tiempo preparándome el desayuno, ya sé que es demasiado temprano
para hacerlo, pero necesito estar ocupado.
Creo que Molano tampoco pudo dormir mucho... Así que preparo desayuno también para él. Ha bajado a la cocina, se sienta a la mesa. No hablamos mucho. Cuando estamos terminando se oye el timbre de la puerta, es Giovanni mi sobrino que viene a buscarme. Miro la hora y me doy cuenta de que el tiempo ha pasado de prisa.
Creo que Molano tampoco pudo dormir mucho... Así que preparo desayuno también para él. Ha bajado a la cocina, se sienta a la mesa. No hablamos mucho. Cuando estamos terminando se oye el timbre de la puerta, es Giovanni mi sobrino que viene a buscarme. Miro la hora y me doy cuenta de que el tiempo ha pasado de prisa.
Ricardo está en la puerta y las dos gatas, como si supieran
que yo me marcho, han salido a despedirse. Como siempre Botas sale corriendo y
se para en el podio de la ventana de la segunda planta a mirar hacia afuera.
Mientras Gio sube las maletas, Ricardo y yo nos damos un fuerte y largo abrazo.
Ambos lloramos... Yo me subo en el auto y no quiero mirar hacia atrás... Lloro
una buena parte del trayecto hacia el aeropuerto.
Mi sobrino me acompaña y ayuda con una maleta. Soy la
primera persona que llega al mostrador de la línea aérea, así que ni siquiera
debo hacer fila. La azafata que me atiende me mira extrañada... Las maletas son
realmente grandes. Son 216 dólares lo que debo pagar de sobre equipaje.
Unos minutos después de entregar el equipaje llega Luisa.
Hablamos un poco mientras vienen Crisanto y Stellita. Ella debe entregarme las
llaves del apartamento a donde llegaré en San Sebastián. Me da todas las
indicaciones pertinentes para ingresar al apartamento, abrir el sistema del
calentador de agua y cuál será mi habitación. Me informa que en la nevera hay algunas
cosas que puedo usar. Ellos han regresado hace poco de España.
Se me viene a la mente la idea de que debo decirles que voy
al exilio, pero me contengo. Aún no están abiertos todos los restaurantes del
aeropuerto, así que nos vamos a uno de empleados. Los aviones se ven demasiado
cerca. Vuelvo a tomar café y hablamos de cosas en general. Nos hemos
desentendido del tiempo y cuando nos damos cuenta de la hora que es, debo
salir corriendo. Creo que ha sido mejor, así nos hemos ahorrado los discursos
largos y las nostalgias brotando de nuestros ojos.
Solo llevo conmigo una pequeña mochila con algunos elementos
de limpieza oral, un libro que no he terminado de leer y la cámara fotográfica.
Paso rápidamente el control y me dirijo a la sala de espera. Me siento y
entrecierro los ojos, pienso en que no tengo ninguna imagen del lugar a dónde
voy a llegar lo único que tengo claro es que va a ser algo de frío, tampoco sé
a qué hora llegaré a San Sebastián, no se me ocurrió comprar un tiquete hasta
allí si no que compré uno a Madrid con una escala en los Estados Unidos, tengo
dudas si es en Miami o en Nueva York. Pienso preguntarlo, pero lo olvido.
Me ubico en la silla junto a la ventanilla, es algo que
siempre hago. Sigo el rito tradicional: me quito la chaqueta, la doblo y la
guardo en el portaequipaje. Saco el libro y lo pongo en el bolsillo tras la
espalda de la silla delantera, observo si tengo a mano el resaltador con el que
marco pedazos de texto y el lápiz o esfero con el que hago notas en el margen
limpio del texto que leo. Preparo la cámara fotográfica, siempre tengo la idea
de que el avión puede caer y yo haré algunas fotos después de que esto suceda,
así quedará algún registro para la memoria. En caso de que sobreviva ayudaré a algunas
personas (siempre quedo vivo e ileso) y luego haré fotografías. Como le tengo vértigo
a las alturas no miro hacia abajo sino a la línea del horizonte. Hay un bonito
día.
Pronto me quedo dormido y ni siquiera ha salido el vuelo. Escucho
a la azafata que ofrece al compañero de silla opciones para el desayuno.
Desayuno una vez más y nuevamente me quedo dormido. Despierto cuando el avión está
carreteando. Me entero de que la escala en Miami. Anuncian que se deben
reclamar las maletas y dejarlas en un lugar del que no tomo nota. Tendré algo
más de tres horas antes de partir a Madrid. Como tengo visa americana puedo
pasear un poco antes de la salida del vuelo. Camino por el aeropuerto, recojo
la maleta y averiguo el lugar en que debo dejarlas, las llevo allí y voy hacia
la zona de restaurantes… comeré algo.
Subo al avión y repito el rito de siempre. No recuerdo
cuánto dura el vuelo, siempre olvido estos datos… creo que serán casi 10 horas.
En el avión nos dan almuerzo y luego me dirijo a la zona de azafatas, tomo dos
copas de Cointreau, lo aprendí a tomar con mi primer novio que es francés;
permanezco de pie por un buen tiempo. Observo a una mujer que ha salido del
baño y ha dejado un pedazo de su falta entre su ropa interior. Todos la miran…
una azafata pasa corriendo junto a mí, le informa a la mujer lo que sucede. La chica
se sienta rápidamente, se oye un pequeño murmullo. Siento vergüenza ajena. Voy
a mi asiento y pronto quedo dormido. Me despierto, me pongo de pie y busco un
café. Lo tomo de pie y regreso a mi sitio… miro por la ventana, pero no oriento
mi vista a nada en concreto.
Anuncian la llegada del vuelo y yo pongo nuevamente mis
cosas en la mochila. Hago la inmigración rápidamente. Voy por mi maleta; pasan
y pasan equipajes, el mío no llega. Espero casi una hora hasta que logro encontrar
el sitio dónde preguntar. Me informan que no ha llegado, debo rellenar un
formato y me piden que de una dirección de a donde lo pueden enviar. Llamo a la
compañía de seguros y me dicen que es necesario hacer una reclamación, que
tengo derecho a comprar cosas básicas de vestido y aseo.
Para viajar de Madrid a San Sebastián debo hacerlo por la
compañía ALSA, en autobús. El bus sale de Madrid desde el Intercambiador
Avenida de América. Debo ir hacia allí en Metro. Son casi siete horas de viaje
desde que salgo del aeropuerto hasta llegar a la estación en Donostia, así me
entero de que la ciudad tiene un nombre diferente en Eusquera. Al llegar está
nevando, son casi las once de la noche, no llevo ropa de invierno y gracias a
la vida no tengo maletas, ya había descubierto en Miami lo incómodo y difícil que
fue cargar con las dos al mismo tiempo así las dos tengan ruedas, en especial
si no tienes un carro especial para ello.
Tengo un pequeño mapa trazado a mano por el que me guío para
llegar al apartamento; voy a pie. Hay un pequeño error y termino en otra calle.
No siento el frío. No hay gente en la calle y decido devolverme a ver si
encuentro a alguien. Me encuentro un hombre quien me informa que la calle es
otra. Llego al apartamento, subo al piso y pienso que necesito bañarme. No
tengo sueño pues también he dormido en el bus… me baño y me pongo a leer algo
que encuentro en la biblioteca de Orcasitas.
Ha sido uno y medio días de viaje, estoy cansado; no he
asimilado plenamente que estoy en otra ciudad, en otro país. Decido irme a la
cama, ya es la noche del miércoles 17 de enero de 2007.
El cambio de horario
me tiene despistado con mis ritmos mentales y corporales, son siete horas de
diferencia; son casi las doce y treinta y decido irme a la cama. En ese momento
llega Orcasitas.
Alicante, España. 17 de enero de 2019.
Lea en estos links los relatos previos
En este link puede
leerse la primera
entrega de los “Relatos del Exilio de una víctima marica”: Gozar de la cercanía de los seres amados: El
mari(ca)... del Manuel; Leer aquí la segunda entrega: Del corazón y otras razones; en
este link la tercera entrega: Cuando
el cloro de la piscina de la vida cotidiana irrita tus ojos; aquí
la cuarta entrega: En medio de la
tempestad algo de calma; en este otro la quinta entrega: Todo se derrumba, todo se construye; es
este link la sexta entrega: No solo de
recuerdos está hecho el mundo; la séptima entrega: De los ritos de la vida y de la muerte; y, por último Abandonar y quedarse al mismo
tiempo, que puede
leerse aquí.
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