miércoles, 16 de enero de 2019

La vida es más llevadera cuando se vive en el aire


Noveno de los “Relatos del Exilio de una víctima marica”. La transición entre Colombia y España. 


16 y 17 de enero de 2007.

Tan solo he podido dormir algo menos de una hora. He tratado de no hacer ruido para no despertar a Ricardo. Las maletas ya están listas en la puerta y yo hago tiempo preparándome el desayuno, ya sé que es demasiado temprano para hacerlo, pero necesito estar ocupado.
Creo que Molano tampoco pudo dormir mucho...  Así que preparo desayuno también para él. Ha bajado a la cocina, se sienta a la mesa. No hablamos mucho. Cuando estamos terminando se oye el timbre de la puerta, es Giovanni mi sobrino que viene a buscarme. Miro la hora y me doy cuenta de que el tiempo ha pasado de prisa.
Ricardo está en la puerta y las dos gatas, como si supieran que yo me marcho, han salido a despedirse. Como siempre Botas sale corriendo y se para en el podio de la ventana de la segunda planta a mirar hacia afuera. Mientras Gio sube las maletas, Ricardo y yo nos damos un fuerte y largo abrazo. Ambos lloramos... Yo me subo en el auto y no quiero mirar hacia atrás... Lloro una buena parte del trayecto hacia el aeropuerto.
Mi sobrino me acompaña y ayuda con una maleta. Soy la primera persona que llega al mostrador de la línea aérea, así que ni siquiera debo hacer fila. La azafata que me atiende me mira extrañada... Las maletas son realmente grandes. Son 216 dólares lo que debo pagar de sobre equipaje.
Unos minutos después de entregar el equipaje llega Luisa. Hablamos un poco mientras vienen Crisanto y Stellita. Ella debe entregarme las llaves del apartamento a donde llegaré en San Sebastián. Me da todas las indicaciones pertinentes para ingresar al apartamento, abrir el sistema del calentador de agua y cuál será mi habitación. Me informa que en la nevera hay algunas cosas que puedo usar. Ellos han regresado hace poco de España.
Se me viene a la mente la idea de que debo decirles que voy al exilio, pero me contengo. Aún no están abiertos todos los restaurantes del aeropuerto, así que nos vamos a uno de empleados. Los aviones se ven demasiado cerca. Vuelvo a tomar café y hablamos de cosas en general. Nos hemos desentendido del tiempo y cuando nos damos cuenta de la hora que es, debo salir corriendo. Creo que ha sido mejor, así nos hemos ahorrado los discursos largos y las nostalgias brotando de nuestros ojos.
Solo llevo conmigo una pequeña mochila con algunos elementos de limpieza oral, un libro que no he terminado de leer y la cámara fotográfica. Paso rápidamente el control y me dirijo a la sala de espera. Me siento y entrecierro los ojos, pienso en que no tengo ninguna imagen del lugar a dónde voy a llegar lo único que tengo claro es que va a ser algo de frío, tampoco sé a qué hora llegaré a San Sebastián, no se me ocurrió comprar un tiquete hasta allí si no que compré uno a Madrid con una escala en los Estados Unidos, tengo dudas si es en Miami o en Nueva York. Pienso preguntarlo, pero lo olvido.
Me ubico en la silla junto a la ventanilla, es algo que siempre hago. Sigo el rito tradicional: me quito la chaqueta, la doblo y la guardo en el portaequipaje. Saco el libro y lo pongo en el bolsillo tras la espalda de la silla delantera, observo si tengo a mano el resaltador con el que marco pedazos de texto y el lápiz o esfero con el que hago notas en el margen limpio del texto que leo. Preparo la cámara fotográfica, siempre tengo la idea de que el avión puede caer y yo haré algunas fotos después de que esto suceda, así quedará algún registro para la memoria. En caso de que sobreviva ayudaré a algunas personas (siempre quedo vivo e ileso) y luego haré fotografías. Como le tengo vértigo a las alturas no miro hacia abajo sino a la línea del horizonte. Hay un bonito día.
Pronto me quedo dormido y ni siquiera ha salido el vuelo. Escucho a la azafata que ofrece al compañero de silla opciones para el desayuno. Desayuno una vez más y nuevamente me quedo dormido. Despierto cuando el avión está carreteando. Me entero de que la escala en Miami. Anuncian que se deben reclamar las maletas y dejarlas en un lugar del que no tomo nota. Tendré algo más de tres horas antes de partir a Madrid. Como tengo visa americana puedo pasear un poco antes de la salida del vuelo. Camino por el aeropuerto, recojo la maleta y averiguo el lugar en que debo dejarlas, las llevo allí y voy hacia la zona de restaurantes… comeré algo.
Subo al avión y repito el rito de siempre. No recuerdo cuánto dura el vuelo, siempre olvido estos datos… creo que serán casi 10 horas. En el avión nos dan almuerzo y luego me dirijo a la zona de azafatas, tomo dos copas de Cointreau, lo aprendí a tomar con mi primer novio que es francés; permanezco de pie por un buen tiempo. Observo a una mujer que ha salido del baño y ha dejado un pedazo de su falta entre su ropa interior. Todos la miran… una azafata pasa corriendo junto a mí, le informa a la mujer lo que sucede. La chica se sienta rápidamente, se oye un pequeño murmullo. Siento vergüenza ajena. Voy a mi asiento y pronto quedo dormido. Me despierto, me pongo de pie y busco un café. Lo tomo de pie y regreso a mi sitio… miro por la ventana, pero no oriento mi vista a nada en concreto.
Anuncian la llegada del vuelo y yo pongo nuevamente mis cosas en la mochila. Hago la inmigración rápidamente. Voy por mi maleta; pasan y pasan equipajes, el mío no llega. Espero casi una hora hasta que logro encontrar el sitio dónde preguntar. Me informan que no ha llegado, debo rellenar un formato y me piden que de una dirección de a donde lo pueden enviar. Llamo a la compañía de seguros y me dicen que es necesario hacer una reclamación, que tengo derecho a comprar cosas básicas de vestido y aseo.
Para viajar de Madrid a San Sebastián debo hacerlo por la compañía ALSA, en autobús. El bus sale de Madrid desde el Intercambiador Avenida de América. Debo ir hacia allí en Metro. Son casi siete horas de viaje desde que salgo del aeropuerto hasta llegar a la estación en Donostia, así me entero de que la ciudad tiene un nombre diferente en Eusquera. Al llegar está nevando, son casi las once de la noche, no llevo ropa de invierno y gracias a la vida no tengo maletas, ya había descubierto en Miami lo incómodo y difícil que fue cargar con las dos al mismo tiempo así las dos tengan ruedas, en especial si no tienes un carro especial para ello.
Tengo un pequeño mapa trazado a mano por el que me guío para llegar al apartamento; voy a pie. Hay un pequeño error y termino en otra calle. No siento el frío. No hay gente en la calle y decido devolverme a ver si encuentro a alguien. Me encuentro un hombre quien me informa que la calle es otra. Llego al apartamento, subo al piso y pienso que necesito bañarme. No tengo sueño pues también he dormido en el bus… me baño y me pongo a leer algo que encuentro en la biblioteca de Orcasitas.
Ha sido uno y medio días de viaje, estoy cansado; no he asimilado plenamente que estoy en otra ciudad, en otro país. Decido irme a la cama, ya es la noche del miércoles 17 de enero de 2007.
El cambio de horario me tiene despistado con mis ritmos mentales y corporales, son siete horas de diferencia; son casi las doce y treinta y decido irme a la cama. En ese momento llega Orcasitas.


Alicante, España. 17 de enero de 2019.

Lea en estos links los relatos previos 

En este link puede leerse la primera entrega de los “Relatos del Exilio de una víctima marica”: Gozar de la cercanía de los seres amados: El mari(ca)... del Manuel; Leer aquí la segunda entrega: Del corazón y otras razones; en este link la tercera entrega: Cuando el cloro de la piscina de la vida cotidiana irrita tus ojos; aquí la cuarta entrega: En medio de la tempestad algo de calma; en este otro la quinta entrega: Todo se derrumba, todo se construye; es este link la sexta entrega: No solo de recuerdos está hecho el mundo; la séptima entrega: De los ritos de la vida y de la muerte; y,  por último Abandonar y quedarse al mismo tiempo, que puede leerse aquí.

No hay comentarios: