jueves, 17 de enero de 2008

Construirse una nueva vida

El 17 de enero de 2007 llegué a España buscando el asilo político y por discriminación sexual; venía con muchas tristezas, algunas prendas de vestir, libros, mi portátil, la cámara fotográfica y las esperanzas a la altura del piso.

En los días antes de partir de Bogotá, soñaba que estaría en cualquier ciudad, viviendo en la calle y pidiendo limosna, pero el hecho de que mi caso de asilo hubiera sido admitido a trámite, 29 días después de que fuera presentada la solicitud, me permitió obtener un documento de identificación (tarjeta amarilla), que además me autoriza a trabajar, tarjeta que ya me ha sido renovada por seis meses más, luego de que se cumplieran los seis meses de expedida. Esta tarjeta amarilla me permite identificarme en el país con un NIE Numero de identificación, no sé si la “E” corresponde a extranjero o a española.

Mi interés no era estudiar pero al sentirme desocupado, día tras día, rumiando la ira contra los que me amenazaron de muerte y me obligaron a desplazarme, decidí que no podría permitir que el odio y el dolor me invadieran y que debería hacer hasta lo imposible por recuperar mi vida; ya que no lograron “taparme la boca con tierra”, como me dijo uno de los que me llamaban para amenazarme, tampoco permitiría que acabaran con mis intereses, metas, ilusiones, amores, relaciones, proyectos…

Pronto pude ingresar a la universidad e iniciar un doctorado en psicopedagogía, en estos días he dado comienzo a uno más, en enfermería y cultura de los cuidados. Unos días después aun me sentía destrozado por mis perdidas y tomé fuerzas para hacer ganas de presentarme en Gehitu, una ONG LGTB, y hacerme socio. Después, al tener que desplazarme por algunos días a otra ciudad, me acerqué a Decide-T, otra organización con similares características, me hice socio, fui contratado para realizar un proyecto preventivo en sida y terminé el año siendo su coordinador general.

No puedo quejarme. Creo que cada cual se construye su propio mundo y que a pesar de lo adverso de las circunstancias logré salir a flote, aprender a nadar y alcanzar la otra orilla. Por supuesto no tengo la vida cómoda que tenía en Colombia, estoy lejos de mi familia y de muchos otros seres que amo, me he perdido los debates sobre los derechos civiles de las parejas del mismo sexo o la política publica LGBT de Bogotá, pero no por ello he dejado de participar o de conmoverme con la situación de los secuestrados.

No me arrepiento de lo que he dicho, lo sigo haciendo y no me he callado; creo que es hora de la inviolencia y de sobrepasar la no-violencia. La diferencia está en no poner la otra mejilla sino en hacerse un sujeto activo en contra de la violencia, en denunciar cada vez que nos sea posible cualquier forma de vulneración a los derechos humanos, en hacer lo imposible para que se conozca, no porque las victimas sean LGTB sino porque no podemos permitir que en ningún país del mundo existan ciudadanos de segunda categoría.

Un aprendizaje grande es asumir que se puede ser feliz viviendo con lo esencial; por supuesto que todos queremos cada vez más comodidades, pero el consumismo no es la mejor alternativa cuando los espacios son pequeños y la vida nos resulta bastante más costosa. Le he encontrado mas gusto a los pequeños detalles, me ha sido difícil entender que hablo un castellano diferente, que incluso las palabras tienen significados y usos distintos, me disfruto la lectura de la prensa, que en general es gratuita y no pierdo la oportunidad para leer en la red los periódicos y revistas nacionales o ver las transmisiones en directo de los canales colombianos.

Ahora produzco radio para inmigrantes que pertenecen a las minorías sexuales en lanuestrafm.es y para latinos en agmagazineradio.com.ar he comprobado que no soy el único colombiano, ni mucho menos el único latino excluido por sus posiciones políticas y su orientación sexual. Que somos muchos inmigrantes de todas las regiones del mundo, quienes estamos fuera de nuestros lugares de origen porque huimos de esas y otras formas de violencia.

Los intolerantes ya sean paramilitares, guerrilleros, terroristas, cristianos, agentes del estado, gobernantes, vecinos e incluso familiares, abundan en todo el mundo; nuestras vidas igualmente están siendo amenazadas por cabezas rapadas o por xenófobos, pero vivo en un país en el que el respeto por los derechos humanos y los derechos sexuales, es un modelo a seguir en cualquier estado que se diga democrático.

Aquí he encontrado nuevos afectos, reforzado algunos de los que ya tenía en Colombia, reencontrado con viejos amigos en Europa, aprendido sobre diferentes niveles del amor y comprobado quiénes son realmente los y las que me aman.

Existen dificultades comunicativas, es verdad, no solo por la tecnología, sino además porque los seres humanos somos algo complicados y solemos creer que siempre tenemos la verdad, pero también he ratificado que no siempre hay que llenarse de palabras para decir que amamos o necesitar de la cercanía para gozar un abrazo, así que puede ser a la distancia.

Confío en que algún día podremos encontrarnos nuevamente, no porque ellos tengan que salir del país a la fuerza, sino porque nuestros conciudadanos y gobernantes lograran entender que hay maneras menos violentas de construir la paz.

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