
Estamos tan acostumbrados a la violencia que nos hemos vuelto daltónicos ante el dolor y preferimos matizar la realidad en tonos de blanco antes que permitirnos asumir un papel activo ante el conflicto y la violencia.
La paz como proceso puro no existe, todo equilibrio es germen del desequilibrio. Todo acuerdo es principio de desacuerdo pero no todo asesinato o desplazamiento forzado genera la paz, porque ésta no consiste en anular definitivamente al interlocutor ni el triunfo incuestionable de una tesis sobre otra, sino que la paz está en garantizar que la controversia exista.
Todos parecen estar interesados en un proceso de paz como si con lograrlo todo quedara bien, de un momento para otro; el origen del conflicto es aquello que es necesario transformar.
Preferimos matizar la realidad en tonos de blanco antes de permitirnos asumir un papel activo frente al conflicto y la violencia.
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