Al vernos forzadas a vivir en el exterior a causa del conflicto armado nos encontramos con que ninguno había pensado previamente en el exilio como posibilidad para su existencia. Sin embargo, la necesidad de la sobrevivencia nos llevó a tomar una determinación que trastornaron nuestra nuestra cotidianidad.
Se transformaron nuestras emociones, nuestras prácticas, como también las explicaciones sobre el mundo. Es difícil construirse en un nuevo territorio porque primero llega el cuerpo y mucho tiempo después el cerebro. Son los afectos construidos en este nuevo espacio de vida los que más fácilmente llevan nuestra mente al nuevo territorio.
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La carta que nunca me enviaron. |
Son muchas las pérdidas, son muchas las faltantes, al principio son pocas las situaciones que nos hacen ser felices...
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El sobre que me hubiera gustado recibir. |
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Cuando la separación corroe nuestra existencia |
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Morir lentamente
El exilio suena a dolor,
suena a llanto,
suena a tristeza,
suena a pérdida,
suena a reencuentro,
suena a nuevos caminos...
Tal vez, para quienes no han sido obligados
a abandonar su propio país
y a vivir en otro,
puede sonar distinto.
Cuando ya has construido la existencia
en un territorio diferente
y decides regresar,
te separas de los seres amados
rompes con los proyectos construidos,
trazas nuevas esperanzas
con las ilusiones fortalecidas
e inicias un nuevo camino.
¡Eso es el exilio!
Son las contradicciones de la vida misma.
Espero que nunca tengas que partir,
que alguna vez tengamos plenos derechos,
que todos valgamos lo mismo,
que no nos sigan asesinando
por amar distinto.
Manuel Antonio Velandia Mora, Bogotá. 21/10/2019
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